Es el convencimiento de que uno es capaz de lograr un objetivo, de realizar con éxito una tarea o de elegir el enfoque adecuado para materializar un trabajo o resolver dificultades. Incluye mostrar confianza en las propias capacidades (por ejemplo, ante nuevas dificultades), decisiones y opiniones. Por tanto, la confianza en uno mismo no es más que una creencia, una cuestión de expectativas. Si tengo expectativas de que seré capaz de tener éxito en los obstáculos que se me presenten, confiaré en mí mismo. Por el contrario, si creo que los problemas me van a superar, tendré baja confianza en mis posibilidades.
La confianza no será igual en todas las áreas de mi vida: quizá tengo mucha confianza jugando al fútbol, pero muy poca tocando la batería.
Con frecuencia, suele confundirse con la autoestima. Fundamentalmente la autoestima viene de la autovaloración que hacemos de nosotros mismos: imagen propia, aceptación y amor a uno mismo, esto es, pensar que tengo valía. Y por cierto, no tenemos la misma autoestima en todos los ambientes. En el ambiente familiar, por poner un ejemplo, podemos tenerla baja, porque además es uno de los ambientes que influyen directamente sobre nuestra autoestima. En cambio en el laboral, podemos tenerla alta, ya que nos sentimos grandes profesionales.
La autoconfianza tiene que ver con nuestras capacidades, con aquello que conseguimos “hacer”. Aquí está más el aspecto de habilidad, de realizar determinadas acciones. Confío o creo en mí para hacer o conseguir lo que me he propuesto. La autoestima, en cambio, no tiene que ver tanto con qué hago bien o mal o qué sé o no sé hacer, sino con cómo soy o me siento conmigo mismo.
Juan Carlos González
Formador Atencis
Coach personal